Génova 2001: Recuerdos de la Primera Línea

:

Enfrentándonos al G8 en el Clímax de un Movimiento

Categories:
Localizations:

Hace hoy veinte años, en el apogeo de un movimiento contra la globalización capitalista, cientos de miles de personas se reunieron en Génova, Italia, para oponerse a la cumbre de los ocho gobiernos más poderosos del mundo—el G8. Las manifestaciones en Génova representaron el momento culminante de una era de protestas globales, en las que tanto las tácticas de confrontación como la represión policial alcanzaron su punto álgido. En una nueva era de levantamientos, podemos aprender mucho del estudio de los anteriores ciclos de resistencia. El siguiente escrito relata la movilización en Génova a través de una serie de testimonios desde primera línea realizados en primera persona.


Hoy, cuando la distancia ha hecho posible que algunxs idealicen los autoritarios proyectos de estado socialista de antaño, es importante recordar que el movimiento anticapitalista mundial de principios de siglo se puso en marcha sólo tras el colapso del Bloque del Este. La globalización neoliberal estaba en marcha desde, al menos, la década de 1970, pero las anteriores formas de oposición habían sido subsumidas por la política binaria de la Guerra Fría. Con el surgimiento de lxs zapatistas en Chiapas, que, por necesidad, innovaron un modelo horizontal anti-estado de resistencia popular,1 un nuevo horizonte surgió ante los movimientos sociales, ofreciendo un terreno fértil para las corrientes anarquistas y autonomistas que se habían estado gestando desde los años setenta.

En este contexto, una red mundial de okupas, movimientos de okupación, escenas contraculturales y activistas indígenas desarrollaron una estrategia de convergencia por la que se unirían, concentrando su fuerza en un objetivo. Esta estrategia fue más visible en las famosas movilizaciones contra la Organización Mundial del Comercio y entidades transnacionales similares— pero el entramado de espacios sociales y culturales de larga trayectoria fue esencial para el éxito de estas movilizaciones, ya que ofreció a la gente la oportunidad de experimentar una evolución política compartida, crear vínculos e introducir nuevas tácticas y discursos. Lxs punks que habían tocado juntxs entendieron intuitivamente cómo formar grupos de afinidad; lxs activistas medioambientales, que habían coordinado campañas en bosques, sabían cómo facilitar encuentros en los que participaban personas de varios continentes.

Durante dos años—comenzando en Londres y Seattle en 1999 y extendiéndose desde Australia hasta la ciudad de Québec—manifestantes de todo el mundo se unieron para enfrentarse a las cumbres mundiales del comercio. Algunxs trataron de pedir reformas, denunciando las políticas neoliberales y los acuerdos comerciales transnacionales. Otrxs utilizaron la acción directa para difundir el mensaje de que el capitalismo en sí mismo era el problema—y que juntos, los movimientos de base podrían abolirlo desde abajo.

Cuando el G8 se reunió en Génova en 2001, las tensiones eran enormes. Lxs políticxs de todos los partidos perdían terreno frente a los movimientos sociales en la guerra por dominar el discurso, mientras que pacifistas y reformistas perdían terreno dentro de los movimientos frente a quienes sostenían que era necesario enfrentarse a la policía e infligir consecuencias a la clase dominante. Un mes antes de la cumbre del G8, durante las protestas en la cumbre de la Unión Europea en Gotemburgo, la policía sueca disparó munición real contra lxs manifestantes por primera vez desde 1931, alcanzando a tres personas y casi matando a una.

Aunque los medios de comunicación corporativos afirmaron que la intensificación del conflicto estaba alejando a la gente del movimiento, la tan esperada movilización en Génova atrajo un número de participantes sin precedentes. Entre ellxs, miles de anarquistas convergieron en la ciudad, decididxs a tomar la ofensiva. Por su parte, la policía agredió indiscriminadamente a la multitud con gases lacrimógenos y porras, realizó ataques vehiculares a alta velocidad, utilizó repetidamente munición real, disparó y mató a un manifestante, y terminó el fin de semana realizando brutales redadas en el Indymedia Center y en una escuela que había sido utilizada para alojar a lxs manifestantes.

Los sangrientos enfrentamientos en Génova no solo aterrorizaron, sino que también movieron a la gente a la acción. Quizás, abandonado a sí mismo, el movimiento anticapitalista de principios de siglo habría seguido radicalizándose y extendiéndose; o tal vez se habría fracturado, ya que algunxs participantes intensificaron sus acciones, pero otrxs abandonaron el barco. Nunca lo sabremos, porque los atentados del 11 de septiembre de 2001 cambiaron el escenario, alejando la atención de todxs del capitalismo y de sus propias capacidades, e inaugurando la era del movimiento contra la guerra, que era a la vez más reactivo y más reaccionario. El aparato de seguridad del estado desarrolló su propio modelo de convergencia, concentrando decenas de miles de policías para defender eventos de alto nivel—una estrategia solo superada por la de los levantamientos populares a escala nacional.

Hoy, los disturbios de Génova han sido enterrados bajo varias capas superpuestas de la historia. Pero su legado, en gran parte invisible, permanece con nosotrxs y podemos ganar mucho revisando las lecciones de esos días. Por ejemplo, desde Chile y Hong Kong hasta Estados Unidos, innumerables jóvenes han adoptado la táctica del black bloc que tanta controversia ocasionó en Génova, provocando en parte los mismos conflictos. Si adoptamos una perspectiva histórica más amplia, es posible que podamos resolver algunos de los problemas a los que nos enfrentamos hoy.

Una de las cosas que ensombrecieron en ese momento los acontecimientos de la cumbre del G8 en Génova fue que a muchas personas—incluso a anarquistas como David Graeber— les resultó imposible creer que un número tan grande de personas hubiera pasado intencionadamente a la ofensiva, atacando a la policía y llevando a cabo una destrucción de la propiedad a gran escala. Muchxs activistas prefirieron pensar en sí mismxs como víctimas en lugar de como combatientes en una lucha revolucionaria. Se difundieron rumores de que las acciones del black bloc en Génova habían sido obra de policías encubiertxs. Por eso, en aras de la precisión histórica, consideramos tan importante presentar el testimonio de lxs anarquistas que participaron en las tácticas de confrontación que tuvieron lugar en Génova en 2001.

A medida que las catástrofes climáticas y la desigualdad global se agravan, podemos considerar que su decisión de intensificar las acciones estaba justificada. Las tácticas que emplearon en ese momento no fueron más extremas que las que catalizaron el año pasado el levantamiento de George Floyd en Estados Unidos. La única pregunta que queda es cómo garantizar que esos movimientos no puedan ser aislados y vilipendiados—sino que se propaguen.

Consulta el apéndice para ver una seleccion de escritos sobre las movilizaciones anticapitalistas en Génova y en otros lugares.

Estamos acostumbradxs a ver acontecimientos como la resistencia al G8 de Génova desde la perspectiva de la policía, a través de la niebla de la historia. Los siguientes testimonios nos ofrecen una perspectiva desde el otro lado de las barricadas.


Llegada a Génova: Julio de 2001

Este pasaje es una adaptación de un escrito publicado en el último número de Inside Front. “The Tracks of our Tears” (Las Huellas de Nuestras Lágrimas) en el libro On Fire — The Battle of Genoa and the Anti-Capitalist Movement ofrece otra perspectiva desde el mismo grupo de afinidad.

Cogimos el tren desde el Reino Unido hasta la ciudad francesa de Niza y esa noche dormimos en la calle. A la mañana siguiente, estábamos en un tren que se dirigía hacia la frontera italiana, previendo la habitual hostilidad de lxs guardias fronterizxs—pero afortunadamente, tras un breve retraso, llegamos a Génova. Íbamos vestidxs como “mochilerxs” para intentar pasar desapercibidxs y evitar los ojos de la ley. Nos dirigimos hacia el centro de reunión del Foro Social de Génova (GSF).

Mientras el autobús atravesaba la ciudad, me sentí como Espartaco enfrentándose al Imperio Romano. Por la ventana vi trabajadorxs levantando vallas y policías patrullando las calles en escuadrones, helicópteros, vehículos blindados y coches. Todas mis pesadillas sobre un estado policial se estaban materializando en la realidad.

La gente del GSF nos aconsejó que nos quedáramos en un parque a unos dos kilómetros a pie por el paseo marítimo—un parque que había sido habilitado para ser usado como campamento mientras durara la cumbre. Montamos nuestras tiendas, paseamos, compramos algo de comida, hablamos y descansamos.

Esa noche, hubo una reunión para organizar la seguridad del campamento. Discutimos por qué necesitábamos estar preparadxs —especialmente después de que la policía de Gotemburgo irrumpiera en los lugares donde dormía la gente. Organizamos turnos de seguridad, recogimos barras de hierro para asegurar la entrada y decidimos establecer una señal de alarma por si había un redada—¡aunque había pequeños grupos de personas que sostenían que el Estado no podía asaltarnos!

Diferentes divisiones de las fuerzas de represión italianas juntas durante las manifestaciones, preparadxs con gases lacrimógenos y munición real.

Nos encontramos con varixs anarquistas de habla inglesa y comenzamos a pensar en cómo llevar a cabo nuestros planes en Génova. Formamos un grupo de afinidad de ocho, todxs preparadxs para vestir de negro.

Antes del fin de semana de acción, la parte más emocionante fue reunirse y crear redes con otras personas que se encontraban en la ciudad. Tomamos pintorescos callejones para reunirnos con otrxs anarquistas y evitar así ser acosadxs por la policía, comparando notas para que todxs supiéramos las intenciones de los distintos grupos de afinidad. La sensación de estar conectadxs por un mismo deseo era apasionante.

Finalmente, nos hicimos una idea de cómo sería el “Día de Acción” del viernes. Algunos grupos atacarían los símbolos del capitalismo, como los bancos; algunos atacarían deliberadamente a la policía para alejar y concentrar sus fuerzas; y otros intentarían derribar las vallas policiales y atacar la “zona roja”, el área detrás de las líneas policiales donde se reunirían lxs gobernantes del mundo, como habían hecho en abril lxs manifestantes durante la cumbre del Área de Libre Comercio de las Américas en la ciudad de Quebec. Nosotrxs decidimos dirigirnos a la Zona Roja.

Esa noche, mientras mucha gente se había reunido para actos sociales, nosotrxs, al amparo de la oscuridad y una tormenta mediterránea, hicimos todo lo posible para reunir postes de madera, cuerdas, barras de hierro, protecciones corporales y cualquier cosa que pudiéramos necesitar. Todavía hoy recuerdo aquella tormenta. La lluvia era lo suficientemente fuerte y ruidosa como para que pudiéramos hacer todo lo que queríamos, pero el calor del clima local creaba el tipo de lluvia del que sólo podías querer más; parecía encontrar su camino en cada parte de tu cuerpo.

El día siguiente fue relajado: charlando, cocinando, explorando mapas y tomando el sol. La primera manifestación masiva tuvo lugar esa noche, en contra de las leyes de la Unión Europea sobre solicitantes de asilo y controles fronterizos. Era la primera vez que podíamos estimar cuántas personas estaban reunidas aquí. Nos dirigimos hacia la colección de banderas verdes, negras y rojas y comenzamos nuestro tour por Génova. El número de personas debía alcanzar las seis cifras, y la participación en el bloque anarquista fue masiva, entre 6.000 y 8.000 participantes. La manifestación terminó sin conflictos.

La mañana siguiente me desperté para empezar a fabricar una armadura improvisada que se adaptara bajo mi ropa. Usé una esterilla de dormir cortada, tuberías de desagüe y muchos metros de cinta aislante. No era mi intención tener que usarla—confiaba en mi conocimiento de la situación y la velocidad a la que puedo correr—era más por precaución que por cualquier otra cosa. En el futuro, los protectores de patinaje y las armaduras BMX se presentarían como la mejor solución para este tipo de protección corporal; yo tenía un casco de ciclista y mucha gente había invertido en cascos de motocicleta.

Cada grupo de afinidad envió a una persona a la asamblea del campamento. En la asamblea miré a mi alrededor y deduje que la mayoría de las personas que se alojaban en el campamento tenían la intención de participar en el black bloc.

Activistas del bloque Ya Basta/Tute Bianche (monos blancos) marchan antes de los primeros enfrentamientos con la policía.


En la Antesala de la Batalla

Los siguientes pasajes son una adaptación de un libro de memorias de próxima aparición en PM Press, titulado Ready to Riot: A Chronicle of Anarchist Experiments in Militant Organization & Action, 1995-2010.

“Somos los Pájaros de la Tormenta que se Avecina”: Noche del 19 de Julio de 2001, Campamento Albaro

Hay una calma reconfortante en la noche anterior a la batalla. Es la certeza de que el tiempo de la movilización, la preparación, la conspiración, de los planes, la organización, el debate y la preocupación ha terminado. Es una sensación similar a la que experimenta un atleta antes de una competición importante. Para bien o para mal, en unas horas o unos días, sabrás el resultado. Puede que salgas victoriosx o derrotadx—puede que te hieran o, en nuestro caso, que te asesinen o encarcelen—pero estarás al otro lado de aquello para lo que te preparaste con tanta dedicación e intensidad y que simultáneamente te causó tanta ansiedad y excitación. Todo lo que puedes hacer es esperar que te hayas preparado a ti mismo y a tus proverbiales compañerxs de equipo lo mejor que podías, y que darás lo mejor de ti cuando llegue el momento de la verdad.

El ambiente de esta noche en particular, aquí en el parque, conspira con nosotrxs para validar lo que muchxs sentimos. Para nosotrxs, al menos en este momento, nada existe fuera del trascendental enfrentamiento que está a punto de producirse.

La noche es negra como el carbón; no hay estrellas en el cielo sobre nosotrxs. En la oscuridad, al amparo de la lluvia torrencial, se pueden distinguir las sombras de decenas de figuras vestidas de negro que trabajan intensamente. Oímos los sonidos del metal y la madera, de martillos y cuchillos que se utilizan con silenciosa determinación.

“… A pesar de la lluvia torrencial, el campamento estaba en plena preparación para el día siguiente. Gente arrancando bancos, rompiendo postes, fabricando largos mástiles para banderas, sacando barras de metal del suelo, colocando banderas en varas de madera, preparando cócteles Molotov y recogiendo todo lo que pudiera ser útil al día siguiente y guardándolo para la noche. Estaba claro que los próximos días serían intensos.”

-“El Black Bloc en Génova: informe de un grupo de afinidad”, Barricada # 8, verano / septiembre de 2001

Una vez satisfechxs con nuestros propios preparativos, y después de haber echado una mano a lxs compañerxs de nuestros grupos de afinidad y al grupo más grande, Oscar, Lena y yo nos sentamos para un momento de merecido descanso antes de la tormenta. Hemos estado facilitando encuentros, escribiendo y traduciendo textos, y preparando material sin cesar desde que llegamos a Génova—por no mencionar que llevamos más de un mes viajando. Nuestros esfuerzos no son de ninguna manera extraordinarios aquí; la visión del compromiso y la dedicación de los varios cientos de personas que componen el núcleo del movimiento, al que Tony Blair se refirió burlonamente como “el circo ambulante anarquista”, es inspirador y motivador.

Sin embargo, aunque nuestra juventud y nuestro fanatismo ideológico lo enmascaran bien, en el fondo estamos cansadxs.

Imágenes posteriores al primer enfrentamiento entre Ya Basta/Tute Bianche y lxs carabinieri el 20 de julio de 2001.

Nos sentamos alrededor de la improvisada hoguera que han encendido algunxs de lxs compañerxs parisinxs, protegidxs de la lluvia por un toldo. Marianthi y Nikos se unen a nosotrxs—dos anarquistas atenienses de un colectivo que está relacionado con nuestro propio colectivo, Barricada. Nos hemos acercado más a ellxs en el transcurso de los últimos días. Presento a lxs parisinxs y atenienses, todxs amigxs míxs, aunque no se conocen entre sí. Habiendo vivido tanto en Francia como en Grecia, me identifico enormemente con estas dos corrientes del anarquismo y sus particulares peculiaridades regionales. Ambas corrientes encajan en la familia del anarquismo revolucionario; generalmente son más o menos amistosxs entre ellxs, pero difieren marcadamente entre sí en términos de cultura política, métodos organizativos y prioridades en la organización del día a día.

Al enterarse de que lxs parisinxs son de la CNT [la Confédération nationale du travail, una unión anarcosindicalista francesa fundada en 1946 por anarcosindicalistas españoles en el exilio], Nikos dice: “Entonces, ¿por qué estáis aquí?” Hace la pregunta con camaradería, pero tiene verdadera curiosidad.

Julien, que nunca rechaza la oportunidad de hacer un buen discurso, presenta un convincente alegato de la importancia de la organización anarquista en los centros de trabajo, de un anarquismo arraigado firmemente en las luchas y las necesidades diarias de lxs trabajadorxs y las comunidades. “Esa es la prioridad de nuestra lucha y de mi trabajo como anarquista. Es nuestro pan de cada día en la CNT, y lo que creo que algún día nos llevará a establecer las condiciones para una huelga general. Por supuesto, también creo que, al mismo tiempo, el movimiento anarquista debe poder comunicarse a través de mensajes simbólicos. Alzar su voz a nivel internacional, mostrar su carácter internacionalista y combativo, y su fuerza para romper la apariencia de estabilidad del capitalismo. Mi prioridad no son las cumbres, y algunxs en la CNT las ven como una distracción, pero muchxs de nosotrxs sentimos que estas movilizaciones y momentos de resistencia colectiva complementan nuestro trabajo.”

Nikos y Marianthi asienten con aprobación. Parecen bastante satisfechxs con esta respuesta. En todo caso, se abstienen de la crítica al sindicalismo, revolucionario o no, que pudieran haber presentado en cualquier otro momento. En este caso, sus motivaciones son lo suficientemente similares a las de Julien—y si no, esta charla entre compañerxs, alrededor del fuego, a altas horas de la madrugada, ya ilustra una de las razones declaradas por las que están ahí.

Su propio análisis, y el de muchxs anarquistas atenienses, se conserva en el texto que escribieron titulado “Génova no será Porto Alegre”, que publicaremos en nuestra revista Barricada.

“Porque es una oportunidad para encontrarnos con nuestrxs compañerxs que vendrán de todas partes del mundo, una oportunidad (…) de promover condiciones continuas de comunicación y coordinación de nuestra lucha (…) para crear juntxs momentos de contraataque social. “

“Génova no será Porto Alegre”, Barricada # 8, verano / septiembre de 2001

“Estamos aquí para convertir esta cumbre en momentos de ingobernabilidad e insurrección. Para enviar un mensaje de ruptura no solo con el Estado, la policía, o el capitalismo… sino también con toda la escoria de las ONG, lxs estalinistas, lxs reformistas, lxs pacifistas autoritarixs, lxs nacionalistas. Todxs aquellxs que quieran utilizar este movimiento y este momento de rebelión como vehículo para convertirse en gestores del capitalismo o para presentarnos una supuesta versión mejorada del mismo.” El desprecio de Marianthi por todxs ellxs es tan fuerte que, mientras pronuncia sus nombres, parece estar a punto de escupir al fuego con asco. Concluye con dramatismo: “Estamos aquí porque tenemos que estar donde sea que estalle una revuelta, y al mismo tiempo, trabajaremos para que la revuelta estalle donde quiera que estemos, como lo hacemos en Atenas”.

Lena, sueca y sucinta, dice algo en el sentido de “Soy, ante todo, antifascista. El capitalismo es el caldo de cultivo del fascismo, así que debo luchar para eliminar uno si quiero exterminar al otro. Así que, si lxs líderes del capitalismo están haciendo una fiesta, estaré allí para perturbarla.” Clara, concisa y al grano. Me gusta. “Nunca había estado en nada como esto antes, excepto en Gotemburgo. Eso fue mucho más pequeño y aún así fue intenso. Así que tengo curiosidad por saber qué pasará mañana y qué podemos encontrarnos.”

La primera línea del bloque Ya Basta/Tute Bianche en Via Tolemaide.

Esa es la pregunta en la mente de todxs. “¿Qué crees que pasará mañana?”

Nikos expresa la esperanza mínima que todxs compartimos. “Al menos, crearemos el caos y romperemos la apariencia de paz e invencibilidad del capitalismo. Les mostraremos que cada vez somos más, y que al final, ningún ejército podrá protegerlxs ni a ellxs ni a su sociedad.”

A lxs demás tampoco les parece demasiado controvertido su resumen de la esperanza media. “Tal vez podamos invadir la zona roja, darles el susto de sus vidas y retrasar o incluso cancelar la cumbre”. Basandome en lo que vi unos meses antes en la movilización contra la Ministerial del Área de Libre Comercio de las Américas en la ciudad de Quebec, esto tampoco parece demasiado descabellado. Sí, lxs carabinieri no son exactamente lo mismo que lxs policías quebequenses, pero, del mismo modo, el número y la experiencia de “nuestro lado” en un lugar como Italia son mayores que en Canadá.

Pero cuando Nikos presenta el escenario “maximalista” para los próximos días, surgen dos bandos distintos dentro de nuestro pequeño grupo junto al fuego. “Generaremos tantos puntos de conflicto, los enfrentamientos se generalizarán tanto, que la policía no podrá controlar la ciudad. La gente aquí simpatiza con nosotrxs y puede desarrollarse una dinámica de revuelta generalizada. No solo aplastaremos y quemaremos los símbolos del capitalismo—abriremos las tiendas y los supermercados, redistribuiremos los productos de manera organizada. El corazón de la ciudad podrá experimentar una liberación temporal del capitalismo y tener libre acceso a lo que necesiten, mientras decenas de miles de combatientes mantienen fuera a las fuerzas del estado. Durante unas horas, o incluso días, estableceremos la Comuna de Génova.”

Si fuera socialmente aceptable, creo que lxs parisinxs se reirían de esto a carcajadas. Lena, realmente no sabría decirlo. El compañero al que me refiero cariñosamente como el Viejo me mira, mordiéndose el labio y haciendo claramente todo lo posible para evitar poner los ojos en blanco con desdén. Sé lo que está pensando: “Genial, ahora este loco ha encontrado todo un nido de locxs parecidxs”. No se equivoca. No expreso mis aspiraciones en voz alta muy a menudo; ni siquiera entre anarquistas, generalmente se lxs considera tremendamente optimistas, por no mencionar potencialmente peligrosxs. Pero aquí estoy, en compañía de toda una escena de anarquistas —y una combativa y experimentada, además— que se atreven a creer que tal escenario es realmente posible.

Me doy cuenta de que el Viejo está preocupado porque sobrestimamos enormemente tanto nuestro apoyo como nuestra fuerza material. Probablemente también esté legítimamente indignado por lo burda que parece ser nuestra estrategia revolucionaria. Lo dice a menudo. “¿Quién necesita pensadorxs y análisis revolucionarixs cuando os tenemos a vosotrxs, genios?” bromea cuando nos sorprende abogando por una estrategia que se reduce a “Da igual lo que sea, solo empuja hasta que caiga”. Si dijera algo ahora mismo, estoy seguro de que comenzaría: “Oh, genial, ahora es ‘empuja hasta que caiga al menos en un lugar pequeño y durante unas horas’. Otro gran paso adelante en la teoría y la estrategia revolucionarias.”

Aprovechando la pausa en la conversación, Lena declara: “Es tarde y me voy a dormir. Probablemente todxs deberíais hacer lo mismo”. Todo el mundo sigue su ejemplo sin discutir. Nos despedimos con fuertes abrazos. El mensaje tácito es claro: “Mañana estaré a tu lado. Te protegeré si te caes, te cuidaré si te lesionas. Avanzaremos como uno y nos retiraremos como uno. Juntxs haremos historia”. Este improbable y ecléctico grupo de personas provenientes de los rincones más lejanos del mundo —anarcosindicalistas parisinxs, insurrectxs atenienses, una antifascista sueca, un ultraizquierdista chileno y un loco anarquista argentino—se ha convertido en una familia. Y ni siquiera hemos entrado juntxs en la batalla todavía.

Todo el campamento está dormido. Mientras abrimos silenciosamente la puerta del gimnasio, somos recibidxs por la sana imagen de cientos de personas repartidas en cada centímetro del suelo, durmiendo plácidamente. Cientos y cientos de anarquistas. En unas pocas horas, libraremos algunas de las batallas más intensas contra la policía que Italia y Europa han visto en años. Nosotrxs también entramos al gimnasio y nos dormimos rápidamente, acurrucadxs cómodamente unx en los brazos del/a otrx y rodeadxs de unos pocos centenares de nuestrxs amigxs más cercanxs.

Las manifestaciones en Génova representaron el punto culminante de una era de protestas mundiales.

La Horda de Oro: 20 de Julio de 2001

Acabamos de terminar el breve descenso desde el campamento hasta el nivel de la calle, bajando por las estrechas escaleras que se encuentran sinuosamente talladas en un típico acantilado genovés. Con una anchura que solo permite el paso de tres personas a la vez, nuestro pequeño grupo internacional, de aproximadamente cincuenta personas, encabeza la marcha. Somos lxs primerxs en llegar a la calle. Hay tal vez quince o veinte anarquistas atenienses, unxs diez de la CNT parisina y gente de la Brigada Flores Magón, algunxs antifas autonome alemanxs y suecxs, algunxs compañerxs de Europa del Este de “Abolishing the Borders from Below”,2 y, por supuesto, el grupo de “Barricada y amigxs”.

Echando un vistazo a los rostros que me rodean, enmascarados y con casco, y a pesar de ello familiares, me doy cuenta de que me sentiría más seguro yendo a la batalla con estxs cincuenta que con quinientos desconocidxs vestidxs de negro. En algunos casos, esto se basa en experiencias personales—en otros, en la reputación que lxs precede—pero sé que quienes me rodean representan algunos de los exponentes más comprometidos, experimentados y combativos del anarquismo moderno de toda Europa y América del Norte. Antifascistas suecxs de la red Acción Antifascista, que no solo no se han visto afectadxs por los acontecimientos en Gotemburgo y la posterior represión, sino que han sido galvanizadxs por ellos. Miembrxs de la CNT parisina, con una huelga general a sus espaldas. Lxs ex-Red Warriors y la Brigada Flores Magón, con más de una década de éxitos en la lucha contra lxs fascistas. Compañerxs atenienses, muchxs de ellxs veteranxs de la okupación del politécnico del 17 de noviembre de 1995, de los disturbios que dieron la bienvenida a la visita del presidente Clinton a Atenas en 1999, así como de la movilización contra la reunión del Fondo Monetario Internacional en Praga el año anterior. Es un verdadero quién es quién del anarquismo revolucionario—y eso solo en nuestro grupo de cincuenta.

Cuando me vuelvo para mirar la escalera detrás de nosotrxs, veo una imagen que es un poema. Un poema militante. Un ejercicio de poesía militante de masas. Lxs artistas pueden plasmar su poesía en un papel o en un lienzo, pero la poesía de la lucha revolucionaria es exclusivamente tridimensional. Vive, respira y se mueve ante tus ojos. Fugaz por naturaleza, es difícil evocarla a posteriori. Experimentamos un arte y una poesía que solo pueden ser apreciadxs por lxs protagonistas y quizás por lxs afortunadxs de ser testigos de estos momentos.

El azul perfecto del cielo de verano al final de la mañana sirve de marco al espectacular acantilado en el que está tallada la estrecha escalera de caracol. Hoy, la escalera está repleta de arriba a abajo de combatientes vestidxs de negro que irradian pasión, convicción y emoción. Los primeros rugidos de “No nation! No border! Fight law and order!” resuenan en la ciudad de Génova.

Puede que no seamos la Horda de Oro3 de la Italia de los setenta de Nanni Balestrini, cuando toda una generación de trabajadorxs rebeldes desafió al estado, los partidos y los sindicatos burocráticos, para crear hermosas escenas en las que miles salieron de las fábricas para enfrentarse a la policía y a la sociedad que defienden. Pero hoy, somos su equivalente—la Horda de Oro del anarquismo internacional. Miles y miles de nosotrxs hemos dedicado nuestro tiempo, nuestra mente y nuestro cuerpo a articular un rechazo total del orden existente. Hemos venido, si no de todos los rincones del mundo, al menos de todos los rincones de Europa y América del Norte y del Sur, para enfrentarnos a lxs gobernantes capitalistas de este mundo y su ejército privado de casi veinte mil policías.

En el futuro, la cuestión de si esta es una acción estratégicamente sólida será objeto de un acalorado debate. Pero en este momento no importa apenas nada. Lo importante se expresa en los primeros sonidos de cristales rotos y los Molotovs volando por los aires para saludar a lxs primerxs policías que aparecen en el horizonte. Se ha acabado el tiempo de hablar. Hemos declarado que libraremos una guerra — nuestra guerra, la guerra social — contra el capital, el estado y todas las formas de dominación.

Es la hora de la destrucción total.


Destrucción Total: 20 de Julio de 2001

El siguiente pasaje está extraído de un escrito que apareció en el número #8 de la revista Barricada, con sede en Boston, en septiembre de 2001.

Después de cuatro días de asambleas, se decidió que el 20 de julio nos reuniríamos y marcharíamos con COBAS [Confederazione dei Comitati di Base, un sindicato de base]. Lxs que se alojaban en el campamento de Albaro se concentrarían a las 10 am del día siguiente y se unirían a las 10.30 a la marcha de COBAS a su paso, reuniéndose con otrxs black blocs a las 12 pm en la Piaza Paolo da Novi.

Cientos se habían reunido con sus materiales en la parte trasera del parque; dieron las 10.30 am y se pasaron, pero no vimos ninguna marcha. Llegaron noticias de que había sido retrasada por la policía, que estaba atacando el centro social Immensa, reteniendo a unxs 300 compañerxs fuera de la ciudad. Después de discutir un poco, cuando quedó claro que la marcha no llegaría, decidimos partir por nuestra cuenta.

A pesar de algunas confusiones menores con las direcciones, llegamos al punto de encuentro, encontrando un mar de banderas rojas de COBAS y otrxs compañerxs enmascaradxs.

A medida que avanzábamos, aumentando en número, algunxs comenzaron a atacar objetivos que representaban al capitalismo. Mientras la gente estaba destruyendo completamente un banco, la policía entró por la derecha. La gente organizó una breve ofensiva que incluyó el lanzamiento de algunos cócteles Molotov y piedras; la policía lanzó gas lacrimógeno y cargó. Como resultado, una sección del bloque negro, de unas 500 personas, fue empujada hacia el mar, mientras que otra sección mucho más grande, compuesta probablemente por al menos dos mil personas, fue empujada hacia el norte, hacia la ciudad.

Mapa de Génova durante el G8, indicando las zonas roja y amarilla y algunos de los puntos de interés: 1) Palazzo Ducale, donde tuvo lugar la cumbre del G8; 2-6) Puntos de reunión del Foro Social de Génova (GSF)—piazza Portello, piazza Manin, piazza Dante, piazza Paolo da Novi y Boccadasse, respectivamente; 7) punto final de la manifestación sindacati di base; 8) punto de partida de la manifestación de Tute Bianche; 9) centro de reunión GSF; 12) alojamiento temporal para fuerzas policiales; 13) jefatura de policía; 14) piazza delle Americhe, donde se suponía que terminaría la manifestación de Tute Bianche; 15) en el cruce de Via Tolemaide, fuerzas de lxs carabinieri detuvieron y atacaron la manifestación de Tute Bianche; 16) unidades policiales antidisturbios dirigidas por Pagliazzo Bonanno atacaron a lxs pacifistas de Lilliput Net en piazza Manin; 17) piazza Giusti, donde fue atacado el supermercado “DìxDì”; 18) la prisión de Marassi, que atacó el black bloc; 19) piazza Alimonda, donde fue asesinado Carlo Giuliani; 20) corso Gastaldi e via Tolemaide, donde tuvo lugar otro ataque policial.

El bloque que se situaba en el sur, cerca del mar, comenzó a montar barricadas con contenedores de basura, madera y cualquier otro material disponible. Se prendió fuego a algunos de los contenedores de basura. Mientras tanto, otrxs continuaron apuntando a los rostros del capitalismo, como los numerosos bancos y gasolineras. De los bancos se sacaron escritorios, sillas, ordenadores y otros materiales y se colocaron en las barricadas. Pronto la policía volvió a cargar, lo que provocó un breve enfrentamiento, una nueva acometida de unas cinco personas del bloque y luego otra retirada hacia el mar. Este proceso continuó durante aproximadamente una hora hasta que el bloque fue finalmente empujado a la calle frente al centro de convergencia GSF—a un parking situado inmediatamente al borde del mar.

Allí, gracias a algunas barricadas en llamas, la gente pudo reagruparse y atacar algunos bancos más, así como un concesionario de automóviles. Uno de los principales bancos fue incendiado. La situación a la que se enfrentaba el bloque era, cuando menos, desalentadora. Frente a la ciudad desde el paseo marítimo, hacia la derecha más pronunciada, había una escalera empinada que conducía a los barrios de la ciudad. Hacia la derecha, más gradual, la carretera principal en la que estábamos nos dirigía hacia el campamento de COBAS, Albaro, y la fortificada comisaría. De frente estaban las barricadas, y a la izquierda el cuartel general de la policía—con camiones, camionetas, tanques y cosas por el estilo. Por todos lados había carabinieris.

Esta posición estuvo asegurada durante aproximadamente media hora; durante este tiempo, más bancos fueron destruidos, junto con una oficina de Lufthansa, que fue decorada con el lema “Stop Deportation”. Finalmente, la policía cargó una vez más, lanzando grandes cantidades de gas lacrimógeno, lo que obligó a todxs, tanto integrantes del black bloc como de COBAS, a retirarse al centro de reunión de GSF. Inmediatamente, todxs—independientemente de sus preferencias políticas o tácticas—comenzaron a montar barricadas en las entradas de las vallas de 12 pies de altura que rodeaban el centro de reunión.

Durante aproximadamente una hora, cerca de mil personas se alinearon en el interior de la valla del centro de reunión, arrojando desde la distancia piedras a la policía y disparando tirachinas. En este momento, la mayoría de la gente comenzó a moverse hacia la parte trasera del parking, a lo largo de las rocas del mar y hacia el otro extremo del centro de reunión, más allá de la carretera, en dirección al campamento de COBAS, que estaba más allá de la barricada de la policía antidisturbios de ese lado. Quedaron unxs 500 black bloc y personas movilizadas por COBAS. Marcharon juntxs en dirección al campamento COBAS. Cuando la marcha llegó a la comisaría, la gente arrojó piedras a las ventanas, destruyó las cámaras de seguridad y pintó con spray las paredes. Aproximadamente una manzana después de la estación de policía, una sección de COBAS comenzó a bloquear la calle, negándose a dejar pasar al bloque.

No hace falta decir que esto generó enfrentamientos entre los grupos, ya que estxs militantes de COBAS estaban violando todos los principios de solidaridad al intentar sacrificar el bloque (que ahora constaba de no más de 200 personas) a la policía. Después de unos 20 minutos de enfrentamiento y combates esporádicos, dieron un paso atrás y les dejaron pasar.

En este punto, la mayoría de lxs integrantes del black block que aún quedaban decidieron cambiar de rumbo y dispersarse, para llegar a otras zonas de la ciudad donde las posibilidades de acción fueran mayores.

Mientras todo esto ocurría, el gran bloque que se había dirigido hacia el norte, que puntualmente llegó a estar compuesto por más de tres mil personas, marchó por la ciudad durante varias horas, destruyendo todos los símbolos del capitalismo a su paso—desde bancos y coches de lujo hasta cadenas de supermercados. La gente comenzó a levantar barricadas para impedir que la policía accediera a toda la zona de actividad del bloque. Algunxs se quedaron atrás para defender esas barricadas, mientras otrxs se dividieron en dos grupos principales. Uno de estos grupos se dirigió a atacar una prisión y el otro marchó en dirección a la zona roja.

Lxs manifestantes obligaron a lxs carabinieri a huir de un vehículo blindado, que luego fue incendiado.

Quienes se dirigieron a atacar la prisión pudieron ahuyentar a lxs pocxs policías antidisturbios allí estacionadxs e infligir daños sustanciales en el edificio administrativo de la prisión utilizando cócteles Molotov. Sin embargo, al final, la policía antidisturbios llegó por detrás y lxs obligó a retirarse al área de lxs pacifistas de “Manos Blancas”. La situación con estxs moralistas autoritarixs rápidamente se volvió insoportable y el bloque se dispersó en busca de áreas de acción más adecuadas.

Lxs que se dirigieron a atacar la zona roja, a lxs que finalmente se unieron muchxs de lxs que se habían dirigido a la prisión, terminaron enfrascadxs en un enfrentamiento masivo con cientos de carabinieri debajo y frente a un túnel que conducía al área general de la zona roja. Durante esta batalla, mientras lxs carabinieri utilizaban sus vehículos para atacar las barricadas del black bloc, tuvo lugar una situación similar a la que dio lugar al asesinato de Carlo Giuliani a manos de un policía. La gente respondió a estos ataques con enérgica resistencia; un vehículo policial fue aislado del grupo y atacado. Un policía utilizó su arma de fuego, pero afortunadamente, en este caso, disparó al aire.

Después de esta batalla, el bloque comenzó nuevamente a dispersarse en muchos grupos más pequeños. Juntxs, lxs black bloc y habitantes de la zona asaltaron y saquearon un supermercado; se levantaron barricadas prácticamente en todas partes.

No muy lejos de todo esto, el bloque Ya Basta! se enfrentaba a la policía. Sin embargo, tan pronto como la situación pasó del espectáculo al enfrentamiento real, Ya Basta! eligió retirarse, a pesar de estar muy bien equipadxs. Afortunadamente, muchxs de lxs participantes de base se apresuraron a desobedecer, legítimamente indignadxs por la violencia policial, la actitud de lxs miembrxs más antiguxs de Ya Basta!, y el asesinato de Carlo Giuliani, que acababa de ocurrir en otro enfrentamiento con la policía. Continuaron luchando junto a miembrxs del black bloc y algunxs lugareñxs que esaban muy enojadxs.

El Black Bloc y lxs “descontentxs” del bloque de lxs Tute Bianche levantan barricadas y se enfrentan a lxs carabineri.


Otro Punto de Vista: Los Enfrentamientos del 20 de Julio

Este pasaje es una adaptación del número antes mencionado del fanzine hardcore Inside Front.

Después de algo de retraso, dejamos el campamento en masa. Nos sorprendió que tanta gente vestida de negro no llamara la atención de la policía. Mientras bajábamos a la ciudad, gritos de “No justice, no peace! Fuck the police!” sonaban en las calles. Una vez en el centro de la ciudad, nos dimos cuenta de que en ningún lugar había mucha continuidad, no había marchas organizadas a las que pudiéramos unirnos—solo había una masa de gente, y la única conclusión a la que llegamos fue que ya debía haber una revuelta en pleno apogeo. Esto fue perjudicial para nuestros planes, pero no había nada que pudiéramos hacer—¿y tal vez la gente ya había comenzado a atacar a la policía?

Para asegurarnos de que nuestro grupo de afinidad no se separaba, habíamos designado una palabra que utilizaríamos si necesitábamos reagruparnos. Es mejor usar una palabra poco común para este propósito; por ejemplo, usamos la palabra “Moose”. En ese momento, la sección del black bloc en la que estaba se dividió; una vez que recuperamos nuestro rumbo, decidimos dirigirnos hacia la zona roja. Con nosotrxs, teníamos un grupo de música del black bloc y muchos grupos de afinidad.

El sol calentaba implacablemente. Bebía agua más rápido de lo que la encontraba y todas las tiendas estaban cerradas. ¿Cuál es la alternativa a las compras? El saqueo. Nos encontramos con un supermercado, y lo siguiente que supimos fue que la gente estaba tratando de quitar las persianas de las puertas. Al final salieron y tuvimos toda la tienda para nosotrxs solxs. Entré corriendo y cogí tantos bricks de zumo de frutas como pude, junto con bolsas de patatas fritas y otros snacks ligeros. El sistema de aspersores se activó solo, reduciendo la visibilidad; mientras corría, tropecé con una caja registradora abandonada y me lastimé el pie derecho.

Así, con fuerzas renovadas, nuestro grupo de afinidad se reagrupó. Decidimos quitarnos la ropa negra y buscar una ruta más rápida hacia la zona roja.

Nos dirigimos a la plaza de un parque donde tocaban bandas de verano, la gente bebía vino italiano y lxs niñxs jugaban. Nos sentamos y disfrutando de esa paz nos tranquilizamos mientras nos tomábamos el descanso que tanto necesitábamos.

Con la esperanza de averiguar qué estaba pasando, volví a la calle. Allí, me encontré con otro grupo de afinidad; uno de ellxs me informó: “La prisión está siendo destrozada y pronto llegará una sección del black bloc”. Con esa noticia, todxs volvimos a nuestra otra identidad.

Justo a tiempo. Miré a mi izquierda y vi una formación de policías antidisturbios, justo antes de que, sin dudarlo, lanzaran gases lacrimógenos por toda la zona. En ese momento era demasiado tarde para ponerme la máscara de gas, pero tampoco podía retirarme para buscar aire limpio, porque frente a mí había niñxs de apenas cinco años gritando, llorando y en pánico. Hice todo lo posible para dejarlxs detrás de nosotrxs y limpiar el área de botes de gas lacrimógeno. El gas era abrumador.

Una vez que lxs niñxs estuvieron a salvo, corrí en lo que percibí como una dirección “segura”. Llegado este punto, ya no podía respirar, ver, ni pensar—todo lo que podía distinguir era la silueta de uno de lxs miembrxs de nuestro grupo de afinidad. Afortunadamente, tenía el doble de mi tamaño—tras llamarlo por su nombre me levantó y me limpió el gas de la cara, los ojos y la garganta. Estábamos a salvo por el momento, y todxs estábamos furiosxs por el desprecio que habían mostrado lxs policías por el bienestar de lxs niñxs que se encontraban en la zona. En mi mente, me declaré en estado de guerra.

Decidimos dirigirnos al centro de la ciudad para unirnos a lo que estuviera sucediendo allí. Génova es una ciudad montañosa, por lo que pudimos ver en el horizonte los gases lacrimógenos, el humo negro elevándose hacia el cielo y también los continuos disparos de las “armas antidisturbios” de la policía italiana. Finalmente acabamos al lado de una estación de tren, donde la carretera tenía lo que parecían miles y miles de personas. Nos dirigimos hacia la multitud con cautela, ya que esperábamos hostilidad debido a nuestro código de vestimenta, pero no hubo conflicto.

Sabía que un amigo británico estaría en Génova, pero no tenía ni idea de dónde podía encontrarse, y mientras caminaba por la carretera, escuché que alguien me llamaba por mi nombre. Era mi amigo. ¡Llevaba una máscara, gafas de sol y una gorra de béisbol y aun así me reconoció! Pude charlar con él y nos acercó más a la “primera línea”. Nos equipamos y me puse la máscara antigás, diciéndome, ahora o nunca. Uno de los momentos más significativos, para mí, fue ver cuántas personas sufrían los efectos del gas lacrimógeno, pero no sabían qué hacer—algunxs lo ignoraban, otrxs se lavaban los ojos con agua y otrxs usaban una solución de zumo de limón! Vi a un hombre de mediana edad que estaba en mal estado, con los ojos horriblemente hinchados. Me acerqué para ayudarlo. Me esperaba una mala reacción, pero, considerando que estaba vestido como estaba y tenía una máscara antigás de cara completa, fue muy cordial y agradeció mi ayuda. Conectamos. Me dio las gracias en su mejor inglés. Cuando le dije adiós, levantó el puño y sonrió.

En primera línea, mucha gente esquivaba los botes de gas lacrimógeno tipo “bomba de mortero”. Nunca he visto nada como ellos. Cuando aterrizaban depositaban un gas muy denso, pero no se calentaban y eran fáciles de manejar. La policía fue testigo de lo fácil que era para nosotrxs devolverselos. En consecuencia, en lugar de lanzarlos en un ángulo de 45 grados, como se supone que deben ser lanzados los botes de gas lacrimógeno, optaron por dispararlos directamente a nuestras cabezas. Si eras golpeado por uno de estos, los efectos podrían poner en peligro tu vida.

Recogimos toda la munición que pudimos de las destrozadas paredes y aceras, y comenzamos a arrojarla a la policía. Las cosas estaban estancadas, sin que nadie retrocediera ni avanzara. Nos ayudamos mutuamente a esquivar los grandes botes de gas lacrimógeno y comenzamos a mantener a raya a la policía. Algunxs de nosotrxs miramos a nuestro alrededor para ver si había algo con lo que pudiéramos construir barricadas, pero no había nada.

Volví a la multitud y me encontré con miembrxs de mi grupo de afinidad, me reanimé con chocolate y agua. El calor del día no perdonaba. Regresamos como grupo y descubrimos que el impulso había aumentado en nuestro lado: estábamos haciendo retroceder a la policía a tal velocidad que pudimos recoger las piedras que habíamos tirado momentos antes. Utilizamos un carro de supermercado para transportar las piedras.

Las cosas iban bien y a un ritmo muy rápido. No sentí angustia, ni remordimiento, ni tristeza—estaba tan concentrado en el trabajo de vigilar el aire en busca de misiles, tratar de respirar con la máscara de gas y controlar los movimientos de la policía, que todo el proceso fue una serie continua de instantes explosivos. El pie que me había dañado antes fue la pesadilla de mi día; al final, tuve que descansar. Me senté en un escalón al lado de la calle y esperé a recuperar mi energía. Justo a tiempo.

Corría de regreso a la primera línea cuando mis oídos fueron víctimas de un estruendo mecánico—había un vehículo blindado conduciendo directamente hacia la multitud. La gente corrió. Yo corrí. Miré al otro lado de la carretera y vi policías corriendo a su lado, golpeando y aporreando a cualquiera que encontraban, mientras, en el otro carril, un cañón de agua hacía todo lo posible para derribar a lxs que huían. Me di la vuelta y vi la bocacha de otro cañón de agua apuntándome—traté de esquivarlo corriendo en zigzag, pero era demasiado tarde, lo siguiente que supe fue que había sido arrastrado por la carretera como una bola de paja hacia la multitud. Me levanté y logré volver a correr. Una mujer cayó de bruces frente a mí. La ayudé a ponerse en pie y vi una expresión de terror en su rostro.

El Black bloc y lxs manifestantes del bloque de lxs Tute Bianche comienzan a unirse a medida que se multiplican los enfrentamientos en la ciudad.

Había tanto gas lacrimógeno en el aire que ni siquiera podías saber en qué dirección era mejor ir. Perdí mi grupo de afinidad y me encontré solo. Me lancé por una calle estrecha y mientras recuperaba el aliento, hice todo lo posible por quitarme la ropa empapada y cubierta de gas lacrimógeno. Un grupo de personas me dio agua y llevaron mi mochila mientras yo recuperaba mi mente, fuerzas y energía. Fueron extremadamente atentxs y me ayudaron a recorrer todas las calles secundarias para regresar a donde estábamos acampando. Todavía les estoy agradecido.

Lo único que podía hacer ahora era esperar a que volvieran mis amigxs. Mientras esperaba, escuché muchos rumores diferentes, y uno de ellos resultó ser cierto. La policía había asesinado a Carlo Giuliani, otro manifestante como yo. Eso me perturbó, y aún hoy me perturba. Más tarde me enteré de que la batalla campal en la que habíamos participado estaba inmediatamente al lado del lugar donde asesinaron a Carlo.

Por fin, mis amigxs regresaron como grupos más pequeños o individualmente. Después, como una tormenta repentina, otro rumor. Escuchamos que el GSF había celebrado una conferencia de prensa para los medios italianos y que, según se informó, dijeron algo como “… la violencia actual debe atribuirse únicamente a lxs anarquistas, cuya mayoría violenta se puede encontrar…” En el campamento donde nos alojábamos.

Decidimos que deberíamos dormir en otro lugar esa noche.

“¿A quién llamas ‘agitador externo’?”

21 de Julio: La Lucha Continúa

El siguiente pasaje se extrae del escrito antes mencionado en el número #8 de Barricada, septiembre de 2001.

Este iba a ser el día del ataque a la “zona roja”. Muchxs estimaron que diez mil personas saldrían de la marcha y la atacarían, pero la pregunta seguía siendo cómo se reunirían todas en un gran bloque. Muchxs simplemente decidieron que, en lugar de salir de la ciudad solo para volver a entrar, sería mejor esperar en el centro de reunión y convocar a la gente allí.

Alrededor de las 2 pm, la cabecera de la aparentemente interminable marcha comenzó a entrar en la ciudad, girando hacia el norte al llegar al centro de reunión. Finalmente, la gente comenzó a dirigirse directamente hacia el cuartel general de la policía en lugar de girar hacia el norte. Algunas personas volvieron a entrar en los bancos que habían sido atacados el primer día y recogió material para levantar barricadas. Otro grupo cruzo un automóvil en la calle y lo volcó, prendiéndole fuego al final.

La línea de aproximadamente 100 policías antidisturbios lanzó gas continuamente, lo que obligó a una gran parte de lxs atacantes a retroceder debido a la falta de equipo. Lxs atacantes probablemente fueron al menos dos mil. Afortunadamente, el avance policial fue frenado por el coche en llamas y las barricadas.

Anarquistas y otrxs revolucionarixs se enfrentan a miles de policías el 21 de julio.

Posteriormente, muchas personas se dirigieron por una gran avenida hacia el norte de la ciudad. Tres bancos más fueron destruidos. En un momento dado, una línea de carabinieri apareció al doblar una esquina, haciendo que muchxs corrieran en todas direcciones. Lxs pacifistas comenzaron a impedir que mucha gente se reincorporara a la gran marcha, entregándolxs de facto a la policía. Esto dio lugar a algunas descalificaciones en ambas direcciones—”Este movimiento no os necesita”, “todxs vosotrxs sois policías” y una amplia variedad de insultos—y a algunas confrontaciones.

La marcha continuó. Un bloque más pequeño, de unas 300 personas, se formó en la parte trasera, y los pequeños enfrentamientos continuaron con las líneas policiales avanzando detrás de ellxs. La marcha pasó por debajo de tres puentes, el mismo lugar que había sido testigo del enfrentamiento masivo del día anterior. Al otro lado de los túneles, el bloque decidió montar barricadas en la zona para retrasar el avance de la policía. En un lado de la calle la gente rompió las ventanas de un banco y arrancó la madera contrachapada que habían colocado como proteccion de la puerta principal y las ventanas. Empujaron la madera y los contenedores de basura para bloquear cada una de las tres salidas de los túneles debajo del puente. Entraron al banco y sacaron cajas, carros, escritorios y todo lo que encontraron para ponerlo en las barricadas.

Algunas personas intentaron empujar las barricadas hacia el interior del túnel. En el proceso, un grupo volcó un automóvil y lo situó en la salida del túnel del medio. Mientras esto ocurría, otra parte del bloque estaba recogiendo adoquines y ladrillos sueltos del patio que se encontraba junto al banco y apilándolos ordenadamente detrás de las barricadas. Tan pronto como se prepararon las barricadas, la gente las prendió fuego y, para mantenerlo encendido, añadieron papeles sueltos y cartones que habían cogido en el banco.

El bloque siguió dirigiéndose hacia el norte, atacando sistemáticamente todos los bancos y gasolineras que se encontraban a su paso. Pronto quedó claro que la policía había dado la vuelta a las barricadas del túnel o las había atravesado, ya que se podían ver nubes de gas lacrimógeno emergiendo de esa zona. Muchxs regresaron para encontrar a otrxs librando una batalla campal con la policía en una calle diagonal situada a una manzana al norte del túnel.

Durante el resto del día, pequeños grupos del black bloc tuvieron enfrentamientos por toda la ciudad, y muchos otros se unieron a ellos. El ataque coordinado a la zona roja que la gente había previsto nunca se produjo, ya que la policía actuó estratégicamente, dividiendo y dispersando constantemente los focos de confrontación.

Posteriormente, un recorrido rápido por la ciudad reveló cantidades asombrosas de daños a la propiedad, así como varios vehículos policiales carbonizados.


21 de Julio: Redada en la Escuela Díaz y el Indymedia Center

El siguiente escrito apareció originalmente en Recipes for Disaster, nuestro “libro de cocina anarquista” de habilidades y tácticas de acción directa.

Después de un duro día de disturbios y brutalidad policial, en el que el manifestante Carlo Giuliani fue asesinado a tiros, regresé al Indymedia Center (IMC) en la escuela Díaz.

Después del tiroteo la tensión aumentó, junto con la paranoia sobre la represión policial. La gente empezó a salir tanto del Indymedia Center como de Génova. Hubo muchas discusiones sobre qué hacer, pero no se llegó a un consenso firme. Mucha gente tomó la decisión de irse de forma independiente, hasta tal punto que en el Indymedia Center nuestro número se redujo a la mitad a medida que avanzaba la noche. Llegaron más informes de movimientos policiales. Algunxs manifestantes arrojaron piedras a un coche de la policía frente al IMC, lo que solo aumentó la tensión y la paranoia. Celebramos una reunión para tratar de decidir qué hacer con el material de video y con nosotrxs mismxs si la policía hacía una redada, pero no llegamos a ninguna conclusión. María y yo ideamos nuestro propio plan de emergencia: nos esconderíamos en el tejado, en una torre de agua.

A medianoche se oyeron gritos de que venía la policía. Miré por la ventana y no pude ver nada, pero la gente empezó a correr cogiendo cosas y cerrando puertas. Corrí a buscar a María y le recordé el escondite en el tejado que había comprobado antes. Cogió las cintas y el equipo y se dirigió al escondite. Mirando por una ventana, no pude ver a ningún policía alrededor de la puerta principal, así que grité esta información a las personas que bloqueaban la puerta.

Subí a la azotea y filmé a lxs carabinieri irrumpiendo en el edificio de la escuela que se encontraba frente al nuestro. Las cosas se estaban descontrolando al otro lado de la calle: un furgón policial se estrelló contra la puerta principal y la policía comenzó a romper ventanas con sillas y a derribar las puertas con mesas que encontraron en el patio. Preocupado por mi seguridad y por la seguridad del video que acababa de grabar, decidí bajar las escaleras para ver si la policía también nos perseguía en el edificio del IMC.

Todo parecía calmado en el IMC. Me pregunté si la policía iba a invadir este edificio. Decidí bajar y comprobarlo. Después de dos tramos de escaleras, doblé una esquina y me encontré cara a cara con un policía que subía las escaleras jadeando, equipado con un traje antidisturbios completo y con la porra desenfundada. Me volví y volé dos pisos gritando: “¡Están en el edificio!” Atravesé la puerta con barricadas del IMC y subí al tejado. Esquivando la luz del helicóptero que volaba en círculos, me dirigí a la ventana que daba a la torre de agua y bajé, susurrando: “María, soy yo”. Sin respuesta. Arrastrándome en la oscuridad hacia la torre de agua, usando solo el rayo infrarrojo de mi cámara para iluminar mi camino, bajé por el pasillo de los tanques de agua. Seguí susurrando “María, ¿estás ahí?” Y comencé a entrar en pánico porque no lo estaba. Finalmente, una vocecilla asustada me contestó: “Apaga esa luz”. Estaba escondida en el hueco detrás del último tanque de agua.

Esperamos. Ella había traído una botella de agua y provisiones. Hablamos sobre lo que haríamos si la policía venía a nuestro escondite en la torre de agua. ¿Entrarían y buscarían? ¿Lanzarían gases lacrimógenos? ¿Romperían nuestro equipo y nuestros huesos? Todas estas posibilidades eran muy reales. Mientras tanto, el helicóptero volaba en círculos muy bajo, su foco iluminaba la torre de agua, las hélices sacudían el edificio.

Los gritos duraron lo que parecieron horas. María recuerda: “Estaba segura de que habían asesinado a personas. No era solo gritar de dolor, era gritar por miedo a la muerte. Así que me quedé sentada esperando mi turno para gritar. Luego, los ruidos se mezclaron en una frenética y enloquecedora mezcla de gritos de miedo, gritos de rabia de “Assassini”, sirenas de ambulancia y motores de helicópteros justo encima de nuestras cabezas. De repente, escuchamos que fuera había ruidos de movimiento. La policía estaba registrando el tejado. Estuvimos muy calladxs y quietxs durante casi cuatro horas. Cuando el helicóptero finalmente desapareció, nos atrevimos a salir de la torre de agua.”

Nos encontramos con otrxs supervivientes de la redada que deambulaban por la azotea aturdidxs. Cogiendo nuestra cámara, entrevistamos a dos chicas inglesas que habían estado en el Indymedia Center durante la redada. Luego bajamos las escaleras para inspeccionar los daños: puertas rotas, ordenadores desvencijados, discos duros arrancados, monitores destrozados.

Algo mucho peor nos esperaba al otro lado de la calle. La sangre cubría el suelo, se solidificaba en charcos y salpicaba las paredes. Los rastros de sangre conducían a las esquinas, la ropa estaba desordenada, las pertenencias personales manchadas de sangre cubrían el suelo. La gente, aturdida, buscaba entre los montones mientras lxs periodistas locales permanecían juntxs en grupos. Al subir las escaleras, había trozos de piel y mechones de pelo pegados a las paredes a lo largo de un rastro de puertas rotas y barricadas apresuradas. La policía había saqueado armarios y volcado escritorios, buscando en todos los lugares en los que alguien pudiera haberse escondido. Habían golpeado cabezas contra las paredes y las huellas ensangrentadas de las manos dejaban un olor inconfundible en el edificio. Lxs carabinieri habían dejado su huella

Escapamos con las imágenes de todo aquello y se difundieron por todo el mundo.

Algunas imágenes de la redada policial en la escuela de Díaz. Se aconseja la discreción del espectador, ya que estas escenas muestran las consecuencias de una violencia policial casi letal.


Después

Este pasaje está adaptado del número antes mencionado de Inside Front.

Después de caminar durante muchas horas, llegamos a un pequeño pueblo costero italiano, y las olas nos llamaron. No me había lavado en más de una semana—a menos que cuentes el cañón de agua—y me había empapado de bastante gas lacrimógeno.

El agua era tan refrescante. Nadar entre las olas que rompían fue un marcado contraste con los acontecimientos de toda la semana.

Nos subimos a un tren que salía de Italia hacia la costa mediterránea de Francia. Estábamos exhaustxs. Me sentí bien, pero mi mente había trabajado demasiado. Aun así, en el fondo, entre el dolor y la angustia, sabía que toda la experiencia me había dado la sensación de que los riesgos que asumimos merecían la pena. Luchamos por nuestras vidas y defendimos nuestros deseos.

Contra todo pronóstico, las manifestaciones en Génova demostraron que era posible vencer a la policía, incluso en su momento más fuerte.


Apéndice: Recordamos a Carlo Giuliani

Tras del asesinato de Carlo Giuliani, murales en su memoria aparecieron por todo el mundo.

Lxs dolientes han renombrado en honor a Giuliani la calle en la que fue asesinado.

Graffiti recordando a Carlo Giuliani en Piazza Vetra, Milán, Italia.

Un parque que lleva el nombre de Carlo Giuliani en el barrio de Kreuzberg de Berlín.

Parque Carlo Giuliani en Berlín.

Mural en Saint Louis, Missouri, pintado inmediatamente después del asesinato de George Floyd en Minneapolis, en memoria de Carlo Giuliani, entre otrxs.

Una canción para Carlo Giuliani.

La flor de la rebelión
Fue pisoteada por hombres uniformados
Aplastada y dejada en el suelo
El viento se la llevó

Pero la flor de la rebelión
Tiene una semilla que se ha ido volando
Y en alguna otra tierra hermosa
Un día volverá a florecer.


Más Lectura y Material Visual


22 Años de Movilizaciones Contra las Cumbres

  1. En las expresivas palabras del Subcomandante Marcos, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, “me cago en las vanguardias revolucionarias de todo el planeta.” 

  2. Abolishing The Borders From Below es una revista anarquista, con sede en Berlín, repleta de noticias y análisis de corresponsales de toda Europa del Este, que se publica bimensualmente desde 2001 por un colectivo compuesto por un puñado de anarquistas inmigrantes de Europa del Este y ex soviéticxs. 

  3. La Horda de Oro es el título del trabajo definitivo de Nanni Balestrini sobre los movimientos revolucionarios italianos de las décadas de 1960 y 1970. El propio Balestrini fue cofundador de “Potere Operaio” y partidario de la influyente agrupación ultraizquierdista “Autonomia Operaia”. Acusado de pertenencia a una organización guerrillera en 1979, escapó a Francia. Como novelista, es más conocido por su novela de 1971 sobre las luchas obreras en la fábrica de Fiat en Milán, Lo queremos Todo (Vogliamo Tutto), que este autor recomienda encarecidamente.